Tiene un chip o te esterilizará; médicos ecuatorianos inmunizados contra el COVID-19 desmienten teorías que circulan en internet sobre la vacuna
En el pico de la pandemia en Estados Unidos (marzo y abril) los servicios de pediatría del Woodhull Medical Center de Nueva York cerraron y la médica posgradista quiteña Ana Carolina Proaño debió cubrir casos de COVID-19 de manera urgente.
Cuenta que el piso del hospital que era para los niños se destinó a la atención de adultos, ya que en la terapia intensiva no alcanzaban las camas.
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Sus colegas y ella se sintieron “solos” por la escasez de protección e insumos que vivieron en esos meses y el temor a contagiarse estuvo presente. Aunque, afirma Proaño, el “sentimiento de ayuda” hacia los enfermos los motivaba todos los días para seguir en la primera línea.
Actualmente los casos han bajado, pero está consciente de que el riesgo sigue latente y por eso, para tener una protección adicional a las mascarillas, visores, guantes, alcohol y lavado de manos, el pasado 23 diciembre se vacunó, de forma voluntaria, contra el COVID-19.
Ana Carolina Proaño se vacunó el pasado 23 de diciembre. Foto: Cortesía
Ella recibió la primera dosis de la vacuna desarrollada por Pfizer y BioNTech. En tres semanas está planificado que le inyecten la segunda dosis. Afirma que confía al “100 %” en lo que han logrado los científicos.
El medicamento llegó a todos los hospitales públicos de Estados Unidos en estas últimas semanas. Los primeros en recibirla fueron el personal que trabaja en terapia intensiva, emergencia, área de adultos y de anestesiología.
Proaño decidió inyectarse en su brazo no dominante (izquierdo) porque sabía que podía causar hinchazón en la zona del pinchazo, pero, hasta el momento, solo tiene un leve dolor. Ha comido y dormido bien.
El mismo síntoma tuvo Adrián Salmon, doctor guayaquileño especializado en medicina del sueño e intensivista en el hospital John Dempsey de la Universidad de Connecticut. Él se vacunó el pasado 21 de diciembre.
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Cuenta que el dolor se fue luego de dos días y lo califica en 2 de una escala del 1 al 10 de intensidad. También sintió algo de fatiga «muy tolerable», pero que no duró más de 48 horas. «Los efectos de fiebre ( si se presentan), cansancio en los primeros dos días son realmente buenos, porque el cuerpo reacciona a la vacuna», afirma.
Proaño y Salmon están conscientes de que el medicamento ha sido aprobado de forma emergente y que todavía se sigue estudiando. Sin embargo, desmienten las noticias falsas que se han propagado por las redes sociales en estas últimas semanas:
Es falso que en la vacuna se inyecte el virus para que la persona se contagie. Lo que contiene el medicamento es una parte del ADN del virus para que el cuerpo reconozca al COVID-19 y lograr una inmunidad de memoria.
Es falso que no genera inmunidad. Está científicamente comprobado que la vacuna genera inmunidad, que el caso de la de Pfizer es del 94 % luego de siete días de la segunda dosis. Sin embargo, como es un medicamento que se sigue estudiando no se sabe exactamente cuánto durará la protección. Mientras más personas se vacunen se podrá determinar el tiempo y saber si se necesitan dosis anuales.
Recalcan que también es falso que al recibir la vacuna se puede dejar a un lado la mascarilla, el lavado de manos y el distanciamiento social, ya que el medicamento tiene una eficacia del 95%. La vacuna dificultará que las personas infectadas contagien la enfermedad a otras, pero es posible que alguien ya vacunado, en un principio, aún pudiera propagar el virus.
Sobre los efectos secundarios, los especialistas afirman que si bien ellos han presentado leves, no significa que otras personas no vayan a presentar efectos algo más fuertes. Aunque recalcan que son los mismos síntomas que generan otras vacunas. Añaden que se pueden dar reacciones alérgicas, pero eso dependerá del cuadro clínico previo del individuo. Además, en Estados Unidos, se monitorea a la persona vacunada por al menos quince minutos luego de ser inyectada. Si en este lapso no presenta ninguna reacción alérgica, no lo hará con el pasar de los días.
Descartan que la vacuna tenga un “chip” o que sirva para “esterilizar a las personas” como se ha comentado en internet. “Hay que creer en lo que dice la ciencia y no en las redes sociales”, asegura Proaño.
A través de la nanotecnología, el material genético que se inyecta está dentro de unas «gotitas de grasa microscópicas» que se rompen al entrar en contacto con las células humanas, dice Salmon. Esto no va a modificar los genes, el ADN o provocar una esterilización. Esta parte de la metodología de la vacuna puede que haya dado pie a la teoría del «chip», añade el especialista.